Escrito, visita Fragmentos

16.11.2019

Crónica

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El reloj de la pared del pasillo de la casa marcaba las 9:30 de la mañana, eché un vistazo al cielo de la ventana, observé que era un domingo perfecto para salir.

Al salir de casa, caminé hasta el paradero más cercano que estaba a una cuadra, mientras esperaba el bus que me llevaría a mi destino, observé que en la cancha estaban jugando un partido de fútbol, en ese momento recordé las veces en que mi papá me llevaba a entrenar los fines de semana al Country Club y a los torneos en que participé y gané dos de ellos, pero me retiré de las canchas porque las indicaciones medicas advirtieron que debía realizar ejercicios de bajo impacto para reducir el riesgo de lesiones en las articulaciones. Cada vez que recuerdo esos momentos siento frustración porque no logré esa meta la cual siempre me esforcé para ser la mejor deportista.

Giré la mirada hacia la avenida, venía el bus, hice el pare y subí, aquel bus llevaba a penas tres pasajeros así que tomé asiento, levanté la manga izquierda de mi chaqueta para ver el reloj, eran las 10:00 a.m., en el camino solo miré por la ventana. Al tomar la avenida 19 con calle 10, saqué del bolso una botella de agua y tomé un sorbo. Al ver nuevamente estaba cerca del edificio Bacatá. Allí me quedaría para caminar hacia la carrera sexta. Al bajar del bus, estaba ese peculiar olor que identifica el centro de la ciudad; residuos de comida, y gases de combustible contaminantes.

No me dirigí por la carrera séptima por el sinnúmero de personas que andaban este tramo peatonal, entonces inicié mi camino de prisa por la carrera quinta porque quería llegar pronto a mi destino, pasé por la biblioteca Luis Ángel Arango, observé el reloj colgante que estaba ubicado en la calle de los amigos, las manecillas marcaban las 10:25 de la mañana.

Mientras caminaba veía rostros, ninguno conocido, miraba ligeramente a las personas, detallé poco sus manías o su forma de caminar, solo notaba los objetos que más llamaban la atención dentro de esa multitud. Las calles se tornaron estrechas debido a los vendedores ambulantes, bicicletas y al gentío que circulaba a esa hora en el centro de la capital.

Crucé la acera donde había sombra, debido a la posición del sol, miré el reloj que llevaba en mi muñeca izquierda, faltaban cinco minutos para las once de la mañana, sabía que estaba cerca de la casa de Nariño, por los militares que custodiaban el perímetro. Bajé dos cuadras para ir hacia la carrera séptima, pasé por la iglesia San Agustín, caminé en línea recta ese tramo, cuando vi el Archivo Nacional de Colombia, sabía que estaba cerca de Fragmentos.

Al llegar a este espacio de arte y memoria, dedicado a las víctimas del conflicto en el país, presté atención a cada interacción del lugar.

En la exposición llamada Antibalas, el autor diseñó trajes, estos eran pesados porque fueron hechos con arena, cerámica, kevlar, acero y cuero, elementos que al combinarse tienen el poder de detener las balas y proteger al cuerpo en un enfrentamiento.

Decidí colocarme uno de los trajes, este era cuero, color rosado y encima llevaba una cota de malla, armadura metálica que utilizaban los caballeros en la época medieval. Al colocármelo sentí pesadez sobre los hombros. La guía de esta exhibición nos mencionó que es importante reconocer cual de estas armaduras o barreras se tienen que quitar para así librarse del peso. En un instante imaginé, que ese peso era el que cargaban las víctimas.

Luego entré a un área donde quedaron las ruinas de una casa. Recorrí el lugar, el suelo era rocoso, hallé un asiento para sentarme y quedé en quietud para escuchar el silencio y percibir la paz que había en aquel lugar.

La tercera estación era un documental de veinte minutos el cual mencionan que el piso fue hecho con las armas entregadas por la guerrilla de las FARC. Estas fueron fundidas y reconfiguradas como el soporte físico de este lugar de memoria. El cual es posible recordar y no olvidar el legado de la guerra.

Además comprendí que, "la finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia de las cosas, no el copiar su apariencia", frase del filósofo Aristóteles.

En el vídeo hablaron de las armas que las FARC entregaron a la ONU, estos elementos se transportaron por aire, tierra y agua para llegar al municipio de Funza y ser fundidas en su totalidad. El material se convirtió en lámina, luego de este proceso se llevó a Bogotá donde la escultura Doris Salcedo reunió a mujeres víctimas del conflicto, para crear obras de arte. El proceso se basó en martillar cada una de las piezas. Las mujeres relataban que cada vez que martillaban, recordaban los tiroteos en sus veredas, pueblos y hogares, pero al paso de esta acción iban perdonando y liberando ese pasado que las ha atormentado toda su vida.

En la última muestra de arte, entré a un cuarto oscuro, lo primero que percibí fue un sonido similar cuando las rocas chocan y ruedan por la montaña para ocasionar un derrumbe, esta tenía varios vídeo en blanco y negro que fueron tomados en la comuna 13 de Medellín. 

Al estar en este espacio entendí la posición de la artista y fue que, al permanecer en la oscuridad, escuchando este molesto ruido, era estar tal vez en la posición de una víctima, que al perderlo todo, siente que lo entierran vivo o que terminan con sus esperanzas de vida.

Al terminar el recorrido me senté en una banca del lugar al aire libre, recordé las historias de mi papá, cuando estuvo en los montes de Boyacá y Norte de Santander, para proteger a los habitantes de estos lugares de actos terroristas y alejar las guerrillas de los pueblos, para que no robaran los ganados de los campesinos.


Sé que no he vivido de frente la guerra de mi país, pero al estar en este lugar entendí muchas cosas las cuales mi papá y los habitantes de municipios, veredas y departamentos han enfrentado cada día porque no es fácil para ellos salir de sus casas, estar amenazados de muerte o secuestrados.

Este lugar me dejo una enseñanza y es aprender a perdonar sin perder la fe, porque el tiempo pasa, las personas cambian, las guerras se acaban, y siempre queda una semilla de esperanza para el cambio.      

                                                                                                          

                                                                                                    - Paola Andrea Villamil    

          

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